Un mar de
recuerdos
Compañía, buena sopa caliente, y,
por supuestos, un mar de recuerdos, son los elementos que, durante toda mi vida
he experimentado en este día especial, en el que la familia se reúne para
recordar a sus seres queridos.
Todos lo años nos levantamos muy
temprano, de buen humor y dispuestos a pasar un día de reflexión, luego de ello
nos vestimos de estreno con nuestras mejores galas de invierno. Desayunamos
también pronto, para luego cambiar las sábanas de nuestras camas por otras
limpias, pues, se dice que en este día, nuestros difuntos seres queridos
duermen con nosotros.
Una vez arreglado este asunto, en mi familia es costumbre ir a casa de mi abuela a comer temprano, allí nos encontramos todos con todos, pues este día, junto con Nochevieja es el único en que toda la familia se une. Conforme entras por la puerta, un olorcillo cálido y agradable inunda tus pulmones. Éste es el olor a la sopa de mi abuela, que cada año prepara con más cariño que el anterior.
Una vez arreglado este asunto, en mi familia es costumbre ir a casa de mi abuela a comer temprano, allí nos encontramos todos con todos, pues este día, junto con Nochevieja es el único en que toda la familia se une. Conforme entras por la puerta, un olorcillo cálido y agradable inunda tus pulmones. Éste es el olor a la sopa de mi abuela, que cada año prepara con más cariño que el anterior.
Al terminar de comer vamos al cementerio a ver
a nuestros familiares al panteón que se encuentra formado por distintos nichos,
adornados con rosas de colores varios, pues cada uno tenía un color preferido. Antes,
esto no ocurría, pues se utilizaban crisantemos debido a que se podían cultivar
en la huerta y eran, por ello, más asequibles que las rosas.
Después, nuestros padres nos
llevan a la entrada del cementerio, nos compran regaliz o castañas asadas y
luego regresamos a casa de mi abuela; allí hablamos de nuestros familiares y de
sus costumbres, sus manías, sus hazañas,…, así como de la curiosidad de que,
exceptuando a tres familiares, todos murieron el día 22 o 23 de septiembre. Una
vez nos meten esa extraña curiosidad en el cuerpo, la transforman en miedo,
contándonos historias de terror sobre las ánimas benditas y espíritus que
resuenan en nuestra imaginación tras ser relatadas mientras encendemos y
colocamos una vela por cada difunto. Hecho esto, mi abuela se queda rezando
para ayudar a los espíritus que no han encontrado la paz, y para que aquéllos
que ya están en ella permanezcan así. También reza a las ánimas benditas,
porque dice que, en caso de no hacerlo, estarían disgustadas y no la dejarían
dormir o cosas por el estilo
Finalmente regresamos a nuestras
casas a dormir cada uno en nuestra cama, y…¡Quién sabe si pasaremos o no la
noche acompañados!
Juan Aguilar Mondéjar
B1IC
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