lunes, 9 de octubre de 2023

ANÉCDOTA, por Pablo Navarro Noguera, 2º A ESO

 


Hace ya un tiempo, un año y algunos meses si no recuerdo mal, mi padre me dijo que los acompañara a él y a mi abuelo a montar un armario en una casa de un señor. Mi padre y mi abuelo han sido carpinteros toda la vida y, por lo tanto, sabían a la perfección lo que había que hacer. Así que subimos todos los tablones del armario a la furgoneta y nos fuimos.

 Cuando llegamos, los tres empezamos a subir el armario desmontado por las escaleras, porque no había ascensor. Levábamos un rato subiendo las escaleras, cuando noté a mi abuelo muy cansado, parecía que se estaba mareando y en un abrir y cerrar los ojos, mi abuelo se desplomó. Yo, asustado, rápidamente pegué un grito para llamar a mi padre que estaba abajo descargando el resto del material. Subió corriendo para ver lo que pasaba, entonces entre él y yo lo sentamos en una silla, porque mi abuelo estaba desmayado y, con los ojos en blanco,  respiraba agitadamente, como tratando de no ahogarse, además no respondía cuando le hablábamos. Mi padre sacó su teléfono lo más rápido que pudo y marcó el 112, entonces mi abuelo nos miró extrañado y preguntó. "¿Qué ha pasado?"

Mi  padre le explicó todo mientras yo subía lo que quedaba para terminar de montar el armario.

Al final, por suerte, todo se quedó en un susto, pero os puedo asegurar que fue el peor minuto de mi vida.

LO SIENTO, NO ERA YO. POR PAULA LUQUE, 2º BACH. INV.

 


Lo siento, no era yo, obra representada el pasado Jueves 21 de Septiembre a las

20:30 con motivo de participación en el Premio Joven de Teatro, es un espectáculo

que, sin tapujos, trata el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria. En

esta obra, se nos plantean a dos personajes principales: Carmen, que es una

adolescente normal que interactúa con el personaje secundario de su madre, y

Ágata, la anorexia, que vive dentro de Carmen y solo ella la puede ver y oír.

La obra, colaborativa con el público desde un primer momento, fue única. Se ve

perfectamente el deterioro de la salud mental y física de Carmen y cómo, a pesar de

aparentemente solo tener anorexia, es esta misma la que le empuja a tener

conductas restrictivas y destructivas con ella y con el resto, en especial, con su

madre, personaje secundario imprescindible. La madre se muestra asertiva y

empática durante toda la obra, pero son esos ataques de ira que le provoca Ágata

los que causan que Carmen la trate con desprecio, así como con cualquier otra

conducta negativa que pueda llegar a manifestar. Esto es así hasta que Carmen,

completamente debilitada y absorbida por su trastorno, lo acepta como parte de ella

y aprende a convivir con él, teniendo así una reconciliación con su cuerpo, con

Ágata, y con los consejos que siempre le dio su madre antes de irse de casa a la

universidad.

Este intento de nueva visión del trastorno,  en el que más que culpar las conductas

destructivas de la víctima, estas se intentan justificar sin rodeos ni dramatizaciones

románticas me parece un completo acierto. La inclusión del personaje de la madre

que, ante todo, siempre quiere a Carmen y desea lo mejor para ella, refleja a la

perfección cómo se siente una tercera persona en esta situación, desconcertada,

confundida, pues no es capaz de ver a Ágata, la anorexia, y sus reales

consecuencias. La obra es conmovedora y, a ratos, real y dura de ver, pues es

necesario que el mensaje llegue claro.



imagen tomada de la página laguiaGO!



MENINA. SOY UNA PUTA OBRA DE VELÁZQUEZ

 El pasado Martes 19 de septiembre, a las 20:30, fui parte del público de la obra Menina. Soy una puta obra de Velázquez en el Teatro Villa de Molina, Molina de Segura, donde se celebraba el III Premio Joven de Teatro. Este espectáculo, protagonizado en solitario por Nuqui Fernández y dirigido por Pedro Luis López Bellot, recoge desde un punto de vista cómico cómo es la infancia y el desarrollo de una persona con sobrepeso que, además, sufre acoso por ello. 

La actuación fue increíble y auténtica. Ver cómo la única actriz del escenario es capaz de interpretar a familiares, que harán distintos comentarios despectivos sobre su cuerpo y a otros personajes imaginarios, que intentarán proponer soluciones dañinas a su sobrepeso, junto con los efectos de iluminación dependiendo de la seriedad de la escena es, de verdad, una combinación exacta y perfecta. El desarrollo de la protagonista a lo largo de una crianza basada en restricciones impuestas por sus padres, las distintas situaciones que se plantean al vivir como adolescente gorda, el bullying y los comentarios… denotan a la perfección que es una obra de gordos para gordos, para que seamos capaces de empatizar con nuestro yo más joven o, de otra manera, visibilizar los conflictos internos que aparecen durante la evolución hasta la madurez de un niño con sobrepeso. Para acabar, finaliza con un mensaje empoderante, de amor propio, que, seas quien seas y tengas el cuerpo que tengas, todos necesitamos oírlo. 

Como mujer gorda que ha tenido una infancia similar, no me he podido sentir más identificada con la protagonista, sus conflictos y sus ocurrencias. Es una obra que, desde luego, podría gustar a cualquiera por su toque cómico pero que, por supuesto, va dirigido a un colectivo en específico que captará mejor el conmovedor mensaje

RESEÑAS DE ENEKO CONESA PÉREZ-CALDERÓN, 2º BACH. INV.

 

Cartel de la obra Nacional 340,
de la web del  Ayuntamiento de Molina.

El lunes 25 de septiembre, se representó la  cuarta obra del festival, Nacional 340, representada por la compañía Sforza Esttrategias del itinerario de creación de la ESAD Murcia.

Aunque aparentemente la obra parecía tener la intención de suscitar debate y opiniones sobre la memoria histórica y lo que esta significa, los argumentos de ambos bandos se presentaban de forma forzosa y el espectador no pudo entender a qué conclusión se trataba de llegar por la neutralidad artificial respecto al tema tratado.

Además, la coherencia narrativa del guión dejó, a mi parecer, mucho que desear, con dos momentos alejados en el tiempo cuya relación esperaba descubrir en algún momento de la interpretación, cosa que no ocurrió.


 MENINA. UNA PUTA OBRA DE VELÁZQUEZ

Menina es la obra de teatro que, representada por Nuqui Fernández, inauguró el pasado martes 19 de septiembre el PREMIO JOVEN DE TEATRO del FESTIVAL DE TEATRO DE MOLINA DE SEGURA de este año, emocionando al espectador desde el comienzo con un panel giratorio como único elemento en el escenario.

Esta obra me sorprendió positivamente en cuanto a puesta en escena y guión, y me fue posible adentrarme profundamente en la historia y empatizar con lo que la protagonista tenía que contarnos al no existir elementos físicos que distrajesen la atención del espectador, pudiéndonos centrar en las palabras que desnudaban literalmente al personaje.

La obra, que escenificó la cruda realidad por la que muchas personas pasan a día de hoy debido a comentarios externos que moldean la forma en la que nos autopercibimos, transmitía un mensaje de esperanza, un susurro de que las cosas pueden ir a mejor y uno mismo puede llegar a ver el valor que tiene con la ayuda de personas que lo vean, además de dar a conocer la enorme repercusión de comentarios cotidianos que se suelen hacer a la ligera.

 

 SEXPIERTOS

 

Sexpiertos representada por los actores Telmo Irureta y Miren Arrieta de la compañía Tanttaka Teatroa el pasado miércoles 20 de septiembre, fue la segunda obra de este PREMIO JOVEN DE TEATRO que contaba con una puesta en escena que me impresionó por compleja y original (se sentó a gente del público, que vería la representación desde otra perspectiva, en el mismo escenario sobre sillas de ruedas) una historia sobre crecimiento personal,  afectividad y sexualidad.

Nico, un periodista con parálisis cerebral, y Ana, la vendedora de caramelos que conoció en un ascensor, eran los personajes que nos mostraban una perspectiva distinta a la normalmente presentada sobre la discapacidad física y lo que significa convivir con ella o con alguien que la tiene con una puesta en escena mezclada con preguntas que suelen ser objeto de incomodidad al público sin ningún tipo de tabú, normalizando el hablar sobre sexo.

La historia era contada directamente a los espectadores como receptores en una conversación sobre los miedos y sueños que todos tenemos.

 

LO SIENTO, NO ERA YO

La tercera obra del premio, Lo siento, no era yo fue representada el jueves 21 por la compañía Hel Arte con un público que ni entendía la historia que se estaba contando ni empatizaba con ella, llegando a silbar ante imágenes proyectadas de mujeres que trataban de trasmitir un mensaje y  animar junto a la voz de la enfermedad a Carmen, la protagonista con un trastorno de la conducta alimentaria, a hacer deporte aunque eso pusiese en riesgo su salud.

A pesar de las faltas de respeto que algunos espectadores cometieron como cuando se escucharon risas en una escena violenta en la que la protagonista se provocaba el vómito, la obra, que nos mostraba hasta dónde pueden llegar comportamientos o pensamientos aparentemente pequeños pero poco sanos que a veces nos permitimos tener, retrató de forma excelente la forma en la que este trastorno se puede llegar a vivir por dentro.

Dio que pensar cuando, en el coloquio de después de la obra, una de las actrices dijo que al ensayar se les hacía difícil decirse entre ellas algunas de las cosas que se decían cuando representaban lo que la protagonista se decía a sí misma.

 

PUÑOS DE HARINA

La última obra y ganadora, Puños de harina, la representó el martes 26 Jesús Torres, también autor del texto, interpretando enérgicamente a dos personajes de épocas distintas con algo en común: la raza y el boxeo como eje importante en sus vidas.

El actor pasaba sin cesar y de forma excelente de representar a Rukeli, el boxeador alemán y gitano en la época de la Alemania nazi, y Saúl, un joven que lucha constantemente con las expectativas que su padre proyecta en él.

La obra es una reflexión sobre el racismo y la masculinidad, sobre qué significa ser un hombre y cómo debe actuar uno, y los esfuerzos que se llevan a cabo por encajar en este concepto. Narrando con un ritmo admirable y haciendo de las escenas de combate de boxeo algo poético, los personajes se permiten mostrarse débiles transgrediendo lo socialmente aceptado en los hombres, pues ellos tienen claro que lo son.