Cartel de la obra Nacional 340, de la web del Ayuntamiento de Molina. |
El lunes 25 de septiembre, se representó la cuarta obra del festival, Nacional 340, representada por la compañía Sforza Esttrategias del itinerario de creación de la ESAD Murcia.
Aunque aparentemente la obra parecía tener la intención de suscitar debate y opiniones sobre la memoria histórica y lo que esta significa, los argumentos de ambos bandos se presentaban de forma forzosa y el espectador no pudo entender a qué conclusión se trataba de llegar por la neutralidad artificial respecto al tema tratado.
Además, la coherencia narrativa del guión dejó, a mi parecer, mucho que desear, con dos momentos alejados en el tiempo cuya relación esperaba descubrir en algún momento de la interpretación, cosa que no ocurrió.
MENINA. UNA PUTA OBRA DE VELÁZQUEZ
Esta obra me sorprendió positivamente en cuanto a
puesta en escena y guión, y me fue posible adentrarme
profundamente en la historia y empatizar con lo que la protagonista tenía
que contarnos al no existir elementos físicos que distrajesen la
atención del espectador, pudiéndonos centrar en las palabras que
desnudaban literalmente al personaje.
La obra, que escenificó la cruda realidad por la que
muchas personas pasan a día de hoy debido a comentarios externos que moldean la
forma en la que nos autopercibimos, transmitía un mensaje de esperanza, un
susurro de que las cosas pueden ir a mejor y uno mismo puede llegar a ver el
valor que tiene con la ayuda de personas que lo vean, además de dar a conocer
la enorme repercusión de comentarios cotidianos que se suelen hacer a la ligera.
Sexpiertos representada por los
actores Telmo Irureta y Miren Arrieta de la compañía Tanttaka Teatroa el pasado
miércoles 20 de septiembre, fue la segunda obra de este PREMIO JOVEN DE TEATRO
que contaba con una puesta en escena que me impresionó por compleja y original
(se sentó a gente del público, que vería la representación desde otra
perspectiva, en el mismo escenario sobre sillas de ruedas) una historia sobre
crecimiento personal, afectividad y sexualidad.
Nico, un periodista con parálisis cerebral, y Ana, la
vendedora de caramelos que conoció en un ascensor, eran los personajes que nos
mostraban una perspectiva distinta a la normalmente presentada sobre la
discapacidad física y lo que significa convivir con ella o con alguien que la
tiene con una puesta en escena mezclada con preguntas que suelen ser objeto de
incomodidad al público sin ningún tipo de tabú, normalizando el hablar sobre
sexo.
La historia era contada directamente a los
espectadores como receptores en una conversación sobre los miedos y sueños que
todos tenemos.
LO SIENTO, NO ERA YO
La tercera obra del premio, Lo siento, no
era yo fue representada el jueves 21 por la compañía Hel Arte con un
público que ni entendía la historia que se estaba contando ni empatizaba con
ella, llegando a silbar ante imágenes proyectadas de mujeres que trataban de
trasmitir un mensaje y animar junto a la voz de la enfermedad a Carmen, la
protagonista con un trastorno de la conducta alimentaria, a hacer deporte
aunque eso pusiese en riesgo su salud.
A pesar de las faltas de respeto que algunos
espectadores cometieron como cuando se escucharon risas en una escena violenta
en la que la protagonista se provocaba el vómito, la obra, que nos mostraba
hasta dónde pueden llegar comportamientos o pensamientos aparentemente pequeños
pero poco sanos que a veces nos permitimos tener, retrató de forma excelente la
forma en la que este trastorno se puede llegar a vivir por dentro.
Dio que pensar cuando, en el coloquio de después de la
obra, una de las actrices dijo que al ensayar se les hacía difícil decirse
entre ellas algunas de las cosas que se decían cuando representaban lo que la
protagonista se decía a sí misma.
PUÑOS DE HARINA
La última obra y ganadora, Puños de
harina, la representó el martes 26 Jesús Torres, también autor del
texto, interpretando enérgicamente a dos personajes de épocas distintas
con algo en común: la raza y el boxeo como eje importante en sus vidas.
El actor pasaba sin cesar y de forma excelente de
representar a Rukeli, el boxeador alemán y gitano en la época de
la Alemania nazi, y Saúl, un joven que lucha constantemente con las
expectativas que su padre proyecta en él.
La obra es una reflexión sobre el racismo y la
masculinidad, sobre qué significa ser un hombre y cómo debe actuar uno, y los
esfuerzos que se llevan a cabo por encajar en este concepto. Narrando con
un ritmo admirable y haciendo de las escenas de combate de boxeo algo
poético, los personajes se permiten mostrarse débiles transgrediendo lo
socialmente aceptado en los hombres, pues ellos tienen claro que
lo son.
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