-¡¡Despierta!!- Fueron las palabras de mi amiga Diana- La profesora viene, está subiendo las escaleras, la he visto cuando me dirigía hacia aquí.
Aturdido y un poco inconsciente quité la mochila que en ese momento la estaba usando de almohada. Cuando acabé de despertarme completamente, me vinieron un montón de cosas a la cabeza: palabras, imágenes...
-¡¡Los deberes!!- Dije apenado, recordando con flojera lo que habían mandado la clase anterior.
La profesora se había entretenido explicándole a un profesor nuevo dónde estaba el departamento de Matemáticas. Iván, un compañero de clase, amablemente me ofreció copiarme los suyos; sin pensármelo, acepté, en ese momento tampoco me iba a parar a pensar si los copiaba o no.
Por la parte final, donde desembocaban las escaleras, sonaba algo. Todo era silencio en aquella clase. Rápido nos dimos cuenta de que era el taconear de sus zapatos, unos zapatos de cuero bueno y elegante de la talla 37.
Con suerte yo ya había acabado de copiar los deberes.
Cuánto me alegro, Lyván, de volver a leerte en este blog. Tiene mucho toque personal este diario y yo sé que, cuando tú quieres, escribes bien; a ver si te animas a partir de ahora y te vemos más por aquí. Un saludo.
ResponderEliminarOjalá todo fuese silencio como tú dices, en la clase y en el pasillo. A veces cuesta mucho que lo haya. Me alegra que tengas tanto interés en llevar los deberes hechos y te felicito por lo original que resulta tu diario.
ResponderEliminarTe animo a seguir escribiéndolos y a ver si tus compañeros también lo hacen.
Un saludo
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