Con este texto de Andrea Gomariz comenzamos una nueva sección: ATENTOS/AS A LA VIDA. Se trata de observar lo que hacemos a veces de forma rutinaria, cómo lo hacemos; lo que sucede a nuestro alrededor, lo que nos pasa, lo que les pasa a otros/as... y ponerlo por escrito de una forma que resulte atractiva para el lector, con mucho toque personal. Simplemente es esto; no hay que inventarse personajes ni historias fantásticas: observar con tranquilidad y contar. ¡Vamos a ello!
Era un día cualquiera. Andrea dejaba sonar la alarma para que la apagara su madre y fuera ella quien la llamara. La chica, por fuerza y por obligación, bajaba esas escaleras tan resbaladizas con un único objetivo: desayunar viendo la tele. La rutina de todos los días comenzaba por el vaso de leche que casi quemaba. Los zapatos malolientes de deporte, en el rinconcito del patio, frío y oscuro. Después, se enfrentaba al siguiente reto: el oscuro pero muy calentito baño, esa ducha húmeda y esa cisterna sonando cada dos por tres.
Era un día cualquiera. Andrea dejaba sonar la alarma para que la apagara su madre y fuera ella quien la llamara. La chica, por fuerza y por obligación, bajaba esas escaleras tan resbaladizas con un único objetivo: desayunar viendo la tele. La rutina de todos los días comenzaba por el vaso de leche que casi quemaba. Los zapatos malolientes de deporte, en el rinconcito del patio, frío y oscuro. Después, se enfrentaba al siguiente reto: el oscuro pero muy calentito baño, esa ducha húmeda y esa cisterna sonando cada dos por tres.
La fría pasta de dientes, con sabor unos días a fresa y otros a menta, le ponía los pelos de punta. Se iba acercando el verdadero horror; ese peine maltratado por el cabello rebelde, esos pelillos largos y morenos que se quedaban en el peine; ese subrayador rosa en el pelo que se ponía la niña porque la sargenta de la casa no le dejaba ponerse mechas en las puntas...Era el claro ejemplo de maltrato, tanto para la niña, como para el tembloroso peine. Andrea, más contenta que nunca, se ponía esos 100 ml de colonia sin pasarse, ni uno más ni uno menos, y partía cuando sonaba el timbre agudo para la dura rutina de ir al instituto.
Andrea Gomaríz Bernal 2º B
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