Aquella mañana se sintió desfallecer. Salió a sus jardines del Palacete de la Cierva con aquellos álamos preciosos y altos y aquellos pavos reales que al atardecer se subían en sus anchos muros y abrían sus colas. Aquella visión era espectacular, esto le hizo tomar ánimos para aceptar lo que le venía: aquella orden de embargo que dejaría a su familia sin nada. Su abuela le decía: "hija, no te preocupes". Ella le respondió: "No, todo está acabado, tanto por lo que usted y sus antepasados lucharon." La abuela le dio ánimos y salió de sus aposentos, pero de repente recordó que su padre de pequeña le hablaba de un tesoro. Corrió a la antigua casa familiar para buscar.
Cuando ya estaban allí los camiones y los banqueros, llegó la abuela corriendo y pagó la deuda de su nieta.
Los de La Cierva volvieron a levantar cabeza de nuevo.
J. J. Abenza. 4º B
No hay comentarios:
Publicar un comentario