Gojo Satoru, imagen de Google |
Me he alistado luciendo el traje a medida que la costurera sin dedal me diseñó. Ella,
curiosa, cosió con elegancia y rapidez la piel tirante, dejando al descubierto y del revés la
trabajada corteza impermeable, para así leer su oculto brillo. La hizo a su medida
confidente, mientras clavaba severa, paciente, infinitas agujas envenenadas de su aroma el
nuevo bello. Cada una rayaba el inquieto hueso, que cada vez que podía corría a por más
veneno. Este, penetraba entre las juntas, era absorbido en cada poro, era el origami de mis
venas temblantes, era la batidora de mis sesos bajantes y era el alfarero que dio forma a mi
corazón subiente a la cabeza.
Me he alistado empuñando la inseguridad que me alejaba dos pasos. Me ha desenvainado
la ráfaga del tiempo y ahora me avergüenzo mientras miro a escondidas lo invisible. Vi por
primera vez cómo me susurraban las estrellas, vi cómo me acariciaban las nubes y vi por
primera vez aplanarse la tierra para enseñarme sus secretos. Vi por primera vez vibrar mis
cuerdas, y vi solo una vez una mirada.
Me he alistado para perder y para vencerte. Me he alistado en tu busca, en tu voz, en tu
figura, en tus formas, en tu andar, en tu letra, en tus manos, y en tu rostro desconocido.
Solo puedo lucharte a ti y ahora sin motivos de esperanza solo alzo el último color que me
queda de ti, alzo la bandera blanca a la vida sin color que dejaste un día, a la vida negra,
injusta, y cruel para un soldado como yo. Para un soldado que por su ser ha nacido para ser
derrotado. Uniendo estos cobardes símbolos por fin me atrevo a decir un te amo, solo uno.
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