Salimos desde Murcia a las 9:30 de la mañana. Somos 21
alumnos acompañados de 3 profesores (Josefa Pastor, María Fernanda Caballero y
Andrés Mondéjar) dentro de un autobús rumbo a Madrid, capital de España. ¿El
motivo? Participar en un encuentro organizado por CaixaEscena en aquella
ciudad, en el que nos daremos cita seis grupos venidos de diferentes partes del
país. Comienza el viaje. Anoto en una libreta: “El valle del Ricote está lleno
de gigantes y de flores. De arrugas y de muros sin techo. Pasamos por Cieza y todo es una alfombra de
mariposas y telarañas que las cubres; se parecen a los invernaderos. Los
almendros se cubren de años, como los viejos canosos en los asilos, o son nubes
clavadas en un trozo de tierra. Algún redil de piedras recuerda la historia de
los pastores antiguos. Si algún día pierdo la vista, quiero que esto sea lo
penúltimo que vea. Yo soy el campo, las copas de los pinos, sus olvidados
troncos...y soy la piedra ocre maltratada en las canteras. En la ladera de una
colina un parásito muerde, constante, la piedra. Ha logrado horadarla ya con
una brecha grave, y no cesa su labor de perpetuo masticante rocoso. A pocos
kilómetros, los hijos de la tierra se apilan como cubos de azúcar. Camino de
Madrid veo los cerros altos y los pueblos abandonados, ¿muertos? Y, sin
embargo, el paisaje es un puzle de vida. Los cerezos florecidos, las laderas de
aspecto grumoso, una pared que recuerda la figura triste de una escuela rota.
Todo contribuye a una mezcla de paz y añoranza que se abre paso hacia adentro.
Pero una torre de ladrillo verde se yergue sobre todo esto. Qué tristeza de
pronto. Con lo hermoso que podría ser éste paisaje. ” La entrada a Hellín es
una división curiosa de edificios modernos y puertas antiquísimas. Nunca antes
encontré una paredes encaladas tan bonitas como ahora.
Llegamos a Madrid a media tarde y, tras instalarnos en
el Mad Hostel de la calle de la Cabeza (vía, por cierto, escenario de
interesantes historias y leyendas), salimos a la ciudad para disfrutar de un
paseo por el centro. La Puerta del Sol, la Calle de la Montera, Gran Vía… Y,
para completar la noche, un espectáculo teatral que nos deja con una sonrisa de
oreja a oreja: El Avaro, de Molière, en el Teatro Karpas. Muy recomendable.
Regresamos al albergue, y un servidor duerme pronto
para recibir con frescor y buena energía al resto de participantes del
encuentro, que llegan mañana.
Comemos en el Hotel Paseo del Arte, y a las 16:00
hacemos el primer ensayo de la obra que vamos a representar el domingo por la
mañana. “Cuadros de Amor y Humor al fresco”, de José Luis Alonso de Santos,
entusiasma a nuestros colegas del Narcis Monturiol de Parla, pero aún necesita
mucho trabajo. Su obra nos pone las piernas del revés. Al menos a mí. Son
extraordinarios. A penas son necesarios dos detalles de José Pedro, nuestro
monitor.
Salimos de CaixaForum. La cena es a las 20:00 y aún
son las 19:00, así que damos un paseo rápido hasta el Retiro con algunos amigos
del “Montu”. Conozco al fin la afamada Cuesta de Moyano, en la que aún se
exponen los puestos de libros. Vemos el Palacio de Cristal y de vuelta cantamos
como si Madrid entero se hubiese parado a escucharnos. Tras la cena, los
monitores nos obsequiaron con la representación de “El Sirviente Amoroso”, un
espectáculo creado especialmente para los encuentros de CaixaEscena. ¡Qué
agradable es esta gente! Temo el paso de los días. De vuelta en el hostal, la
noche se nos hizo corta. Faltaban horas para hablar con tantas personas nuevas,
y tuvimos que tomarlas prestadas del sueño. Me ratifico en mi primer juicio.
Son gente buena, cercana, conciliadora. Y nos encontramos entre ellos como
entre familia. El teatro uno mucho más de lo que esperaba.
Día Tercero
(Segundo del Encuentro):
Hoy he despertado como después de haber dormido diez
horas. El entusiasmo vence al cansancio, y quiero bajar pronto a desayunar.
Prepararme para los talleres de ésta mañana. Hoy trabajamos la coralidad, la
voz y la creación de un texto dramático. Tres talleres muy aprovechables de los
que no eliminaría ni un solo segundo. He tomado nota mental de muchas cosas
para incluirlas en mis ejercicios. Salgo renovado hacia la comida. Ya en la
mesa se repite la tertulia jocosa con mis compañeros de grupo, a los que ahora
conozco algo más en profundidad gracias a estos momentos de camaradería. La
tarde es, una vez más, para ensayar las obras. Ésta vez lo hacemos en el
escenario del auditorio, donde representaremos mañana. La cosa promete, pero
los nervios me impiden disfrutar de los avances hasta el fin del ensayo. Una
vez miro la situación con unos momentos de distancia, me siento orgulloso de
los avances logrados.
Tras la cena no tenemos lugar para el descanso.
Salimos de nuevo para CaixaForum. Nos dividen por grupos temáticos, y cada
grupo debe componer un número de tres minutos para montar un cabaret común
express autogestionado. Yo caigo con los de la Chirigota. En media hora,
coreografía, melodía y letra estaban ensayados. No es por presumir de
encuentro, pero nos quedó un espectáculo común majo de veras. Yo mismo pagaría
por verlo.
Otra vez en el hostal, y otra vez la noche corta, ésta
vez más corta, por ser la última. Mañana, sin duda, habrá llantos. Lo que se ha
forjado aquí, entre risas y ensayos, no es cualquier cosa.
Día cuarto
(Tercero y último del encuentro):
Esta mañana termina el encuentro y los nervios están a
flor de piel. Actuamos pronto y, aunque tenemos todo listo, cruza por las
cabezas la sombra continua del posible olvido. Somos los segundos. Tenemos esa
suerte. Nuestro nerviosismo terminará rápido y podremos ver el resto de obras
con tranquilidad. Todos traen propuestas muy buenas, y es inevitable sentirse
agradecido de estar aquí, viendo y viviendo todas éstas maravillas, y
ofreciendo a otros lo que, tan humildemente, desarrollamos sobre las tablas.
Nos dicen que ha salido bien, y desde dentro así lo he visto yo mismo. Se
suceden, en los coloquios después de cada actuación, las palabras emocionadas y
emocionantes que, como es natural, terminan por desatar las lágrimas de muchos.
Definitivamente son gente buena. Yo quisiera que el encuentro durase toda la
vida, repetir el cansancio dulce y la satisfacción de pulir errores y potenciar
aciertos. Pero las lágrimas, los abrazos, el equipaje en las manos, los adioses
para mucho tiempo, las fotos finales me bajan de la nube y me gritan que no,
que el tiempo sigue pasándonos, siempre hacia adelante. Antes de marcharnos de
Madrid nos damos el gustazo de visitar la exposición de Andy Warhol en
CaixaForum. Es media tarde cuando cogemos el autobús con destino a Murcia.
Entre cabezadas escribo: “ La vuelta de noche desde el autocar es un entrever
de sombras de árboles recortadas, y un ramillete de luces perdidas en lo
oscuro. Yo estoy cansado, pero mis compañeros hablan, gritan y ríen como si
éste fin de semana no los hubiese llevado a la extenuación. Llegaremos a Murcia
a las 22:30, aproximadamente. Ya hemos parado en la gasolinera donde venden
miguelitos. Entre el barullo se alza un discurso de agradecimiento y esperanza,
y los correspondientes aplausos. Hago balance. Es bueno. Adiós, Madrid.”
Crónica de Adrián Castellón García para el periódico del IES Francisco de Goya, Ágora Gazeta
Crónica de Adrián Castellón García para el periódico del IES Francisco de Goya, Ágora Gazeta
Muchas gracias, Adrián, por tu crónica. Sabes que he disfrutado con su lectura. Invitaré a mis pequeñajos (los mayores andan preocupados por los exámenes y las notas,¡fíjate!)a que la lean y la comenten. A ver qué dicen. Un saludo
ResponderEliminarGracias a éste blog, que, una vez más, me presta un preciado espacio en el que hablar de mis cosas y otras más. Celebro que te haya gustado, Marisol, y espero que sea también del agrado de tus "pequeñajos".
EliminarSaludos.
Felicidades por tener una experiencia tan chula como esta.
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