El pasado jueves 25 de febrero, La casa de Bernarda Alba, obra cumbre de la dramaturgia del siglo
XX, fue representada en el Teatro Romea por Alquibla, compañía murciana. Con
una puesta en escena sobria e innovadora, el elenco de actores, los técnicos de sonido e iluminación y la dirección
de Antonio Saura logran canalizar la tensión dramática y subir al escenario la
tragedia tal y como Lorca y los antiguos griegos la concebían: una lucha entre
fuerzas antagónicas. Esta tensión dramática, a la par que se introduce en el
espíritu del espectador conforme avanza la obra y lo atrapa y lo eleva –con ese
estilo lorquiano tan único y magistral-, se ve materializada en la soga que
cuelga sobre los actores, de lado a lado del escenario. Como si el anhelo de libertad de las hijas, en un
extremo, y la represión de su madre, en el otro, tiraran de esta maroma para
sí, la cuerda se va tensando más y más, reflejo de la evolución de la trama, hasta llegar al límite de sus posibilidades y caer inerte, como el cuerpo de
Adela, dando paso al silencio. Y es que el decorado lo conforman únicamente esta
cuerda, los certeros claroscuros, los juegos de luces y ocho sillas -una por
cada mujer de la casa-, rotas, a pesar del empeño de Bernarda en mantener su
casa y su prole limpia y pulcra. La confrontación, la fuerza y la pasión de los
personajes golpean al espectador y lo deleitan, reflejando la pureza y
depuración de las que hace gala el texto de Lorca. Esta puesta en escena
vanguardista, que conjuga con una ejecución más tradicional pero cargada de
emoción de los actores, tiñe la representación de unos tintes poéticos de los
que Lorca nunca prescindió. Y es que La
casa de Bernarda Alba es pura poesía y ebullición de los sentimientos, como
transmite la actriz que interpreta a Adela, que quiere salir y huir libre hasta
de sus propios vestidos. También es pueblo, campo, ambiente rural y tradición,
como refleja una impecable interpretación del personaje más impuro, la Poncia. No obstante, a pesar de las emociones que suscita la obra, una se levanta de la
butaca añorando a una Bernarda menos humana, más tajante y autoritaria; la que
nos muestra Alquibla es casi sensible, casi débil. No es aquella que gritaba
desafiante: “¡y tengo cinco cadenas para vosotras!”.
Lucía López Luna, B2/ IH
Gracias, Lucía, por tu aportación a este humilde blog docente.
ResponderEliminarUna cosa, ¿viste débil a Bernarda? ¿No te pareció suficientemente autoritaria? ¡Uffff! A mí sí me lo pareció. Vamos a ver qué piensan tus compañeros/as allí presentes. Saludos.
Hola, Lucía, te doy mi enhorabuena por la reseña que has hecho de La casa de Bernarda Alba. Yo te conozco solo de vista y de haber estado el año pasado en tu exposición del trabajo de investigación, con lo cual me sorprendo más ante tu texto que quienes te dan clase, porque están acostumbrados a tu forma de escribir y a tu claridad mental.
ResponderEliminarSiempre, cuando leemos una obra y luego la vemos representada o vemos la película, nunca es como nos la habíamos imaginado, por eso a ti no te parece Bernarda tan autoritaria como en el libro. He de decirte que a mí a lo mejor no tanto sus palabras o sus gestos, pero sí su presencia es tal cual me la imaginaba.
Lo dicho, mi felicitación más sincera.