domingo, 17 de abril de 2016

"Locus amoenus". Por Agustín Martínez García, 3º B

Al llegar a esta tierra verde como las esmeraldas, el fresco viento empezó a acariciarme la cara y las puntas de los dedos. Mi pecho se cargaba de un aire salvaje, sin miedo a que el humo de las ciudades lo atrapara. Miré al frente y encontré un río recortado por las desgastadas orillas. También había un pequeño bosque con frondosos árboles que protegían con su sombra del sol del mediodía.
Entonces cerré los ojos y dejé que en mis oídos se  colaran  los sonidos de los más recónditos lugares del aquel paraíso: un pajarillo piaba desde el árbol más alto, el susurro del río, algún que otro renacuajo que saltaba dejando las ondas en el agua.
Los ojos se me empezaron a entornar, y antes de dormirme escogí el árbol más cercano y cerré completamente los ojos recordando estos pequeños detalles de la naturaleza.

1 comentario:

  1. Agustín, he seleccionado esta imagen para tu texto porque creo que refleja bien esa sensibilidad especial que tienes tú para captar los sonidos, para sacarle el máximo provecho a lo acústico. También porque parece que vemos el aire, que nos acaricia como tú dices. Fíjate cómo seleccionas, creo que sin darte cuenta, los dedos para percibir en ellos la sensación del roce del viento, por eso yo te imagino tocando el violín en este espacio ideal que tú has recreado a partir del tópico latino, pero llevándolo a tu manera especial de captar las sensaciones. Enhorabuena.

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