En primer lugar, si tuviera
que clasificar las obras finalistas del premio Mandarache 2020 en una escala directamente dependiente del
disfrute que me han aportado, La memoria del árbol es, sin duda, la que se
queda el primer puesto.
La premisa de kentukis es
buena, pero la ejecución no terminó de quedarse conmigo, y menos tras la
lectura. Creo que hay muchos elementos de la obra bien tratados, pero, personalmente,
no me hizo reflexionar todo lo que debería.
El dolor de los demás se queda
el segundo puesto por sus temas, su ambiente y su reflexión. Admiro que un
título basado en escenarios realistas sea capaz de plantearnos dilemas que
muchas obras de ficción no llegan a plantearse siquiera.
Pero no me tiembla el pulso
cuando tengo que decir que La memoria del árbol es una de las obras que mejor
ha sabido quedarse conmigo durante mucho tiempo. Es una pieza preciosa, con un tratamiento del ritmo y la estética que debería servir de ejemplo. Todo en este libro
aporta algo, aunque sólo sea para llevarte de la mano por un escenario
emocional denso y agridulce. Entre sus líneas se puede oler la esencia de los
olmos, y deja una imagen enormemente bella, que no es otra que la de la vida
observada con el cristal del alma, de una poeta, del sentimiento concentrado
en pequeñas cucharadas a modo de capítulos.
Creo sinceramente que, más
allá de valores fijos y totalmente objetivos, si un libro es capaz de hacerte
llorar como ningún otro, es porque se ha hecho un trabajo excelente. Es la obra
que voy a recordar con cariño durante años.