miércoles, 13 de abril de 2016

"Locus amoenus". Por Juan Francisco Puche Carbonell, 3º B

Hacia las doce de la noche conciliaba poco a poco un sueño que cada vez  se hacía más ameno. De repente desperté bajo la sombra de un manzano frondoso y verde, en un prado lleno de "petalosas" flores.
Se veía a los salvajes y armoniosos animales correr seremanemte a lo largo del llano y verde prado. Desde donde yo me hallaba, se observaba cómo las yeguas bajaban al río a beber. Todo era sereno cual agua del mar después de la tempestad más violenta. Sólo el piar de los pájaros turbaba mi silencio. El viento soplaba cantos de los más bellas ninfas,  que jugaban risueñas y felices en el jardín del edén en el que reposaba.
Una de ellas me llamó a bailar, me negué pero  me insitió, me agarró con sus finas manos, y el tacto suave de su piel y su sonrisa más iluminadora me empujaron a disfrutar: que la vida es bella.
El viento vigoroso, veloz, quiso arrebatármela en ese momento; era lo último que podía volver a amar. En el cielo inmenso y azulado ella se convirtió en hojas movidas por él y yo veía cómo se tornaban amarillas y marchitas.
Al mirar mi cara perpleja, ellas, las ninfas crueles, se rieron de mí, y por eso me marché. Los árboles, fuertes y recios, se apartaron a mi paso haciendo un vacío,  y yo pensando en que jamás contemplaré algo tan bello.

1 comentario:

  1. Juan Francisco, sencillamente este texto me ha parecido perfecto. Has sabido captar el estilo y el contenido de las églogas de Garcilaso de la Vega. No creo que haya examen mejor para recoger que se ha asimilado un contenido. Además la introducción de las ninfas relacionándolas con la primera persona y la metamorfosis de una de ellas no me parece de un chico de apenas 14 años, tal es su perfección. Enhorabuena y sigue practicando.

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