lunes, 9 de octubre de 2023

ANÉCDOTA, por Pablo Navarro Noguera, 2º A ESO

 


Hace ya un tiempo, un año y algunos meses si no recuerdo mal, mi padre me dijo que los acompañara a él y a mi abuelo a montar un armario en una casa de un señor. Mi padre y mi abuelo han sido carpinteros toda la vida y, por lo tanto, sabían a la perfección lo que había que hacer. Así que subimos todos los tablones del armario a la furgoneta y nos fuimos.

 Cuando llegamos, los tres empezamos a subir el armario desmontado por las escaleras, porque no había ascensor. Levábamos un rato subiendo las escaleras, cuando noté a mi abuelo muy cansado, parecía que se estaba mareando y en un abrir y cerrar los ojos, mi abuelo se desplomó. Yo, asustado, rápidamente pegué un grito para llamar a mi padre que estaba abajo descargando el resto del material. Subió corriendo para ver lo que pasaba, entonces entre él y yo lo sentamos en una silla, porque mi abuelo estaba desmayado y, con los ojos en blanco,  respiraba agitadamente, como tratando de no ahogarse, además no respondía cuando le hablábamos. Mi padre sacó su teléfono lo más rápido que pudo y marcó el 112, entonces mi abuelo nos miró extrañado y preguntó. "¿Qué ha pasado?"

Mi  padre le explicó todo mientras yo subía lo que quedaba para terminar de montar el armario.

Al final, por suerte, todo se quedó en un susto, pero os puedo asegurar que fue el peor minuto de mi vida.

1 comentario:

  1. Pablo, me alegro de que al final no pasase nada. Esto nos hace reflexionar cómo la vida nos puede cambiar en un momento: pasar de la felicidad o la normalidad a la desgracia. Por fortuna, para vosotros solo fue un susto.
    Te animo a seguir contando anécdotas de tu abuelo o de quien tú quieras, pero las de los abuelos son muy importantes, porque si no las recordamos se pierden para siempre, y además, tenemos mucho que aprender de los mayores.
    Saludos

    ResponderEliminar