miércoles, 4 de junio de 2014

COMENTARIO CRÍTICO PERSONAL 2, CRISTIAN IVÁN CUEVAS, 2º BACH.

El texto que estoy comentando pertenece a La fe nacional y otros escritos sobre España del célebre autor Benito Pérez Galdós, un novelista, dramaturgo, y cronista español, considerado como representante de la novela realista en España en el siglo XIX, con obras como La desheredada (1881)  Fortunata y Jacinta (1886-87) y su famosa serie de los Episodios Nacionales.

En este fragmento podemos reconocer una fuerte crítica a la política de su época, en la que reconoce un bipartidismo todavía esclavo de la carcasa canovista, con una población movida por los hilos caciquiles que toman parte,  en una  actuación de marionetas del gran circo político que presentaba España en el siglo XIX, ante una Restauración que no hacía sino traer el descontento de las clases populares, una conflictividad social latente (pistolerismo, huelgas armadas, Semana Trágica de Barcelona (1909), el Trienio Bolchevique en Andalucía…)  que acabó en 1923 con la sublevación de don Miguel Primo de Rivera, en un golpe de Estado aprobado y legalizado por el monarca Alfonso XIII.

 Galdós menciona acertadamente la ausencia de contenido ideológico en los políticos, ávidos burócratas con hambre de presupuesto, ineficaces, ineficientes, que hacen de todo menos tratar los problemas importantes de la época: el económico, el religioso y el educativo. Galdós desconfía también de los revolucionarios (republicanos, comunistas y  radicales) y cree que no falta sino una  centena de años para que España se nutra de sangre nueva, y gente capaz.

La crítica política de Galdós es desoladora y trágica, sobre todo al leerla en la actualidad, después de haber pasado esos cien años, y comprobar, que bien ese fragmento podríamos encontrárnoslo en cualquier periódico actual (bueno, cualquier periódico cuya orientación política lo permita, claro).

Es quizás una exageración decir que todo está exactamente igual que hace cien años. Es verdad que hemos mejorado en algunos aspectos, gracias a  la Transición democrática apoyada por Juan Carlos I y Adolfo Suárez, recientemente fallecido. Tales aspectos son, una mayor libertad de pensamiento, un rey que no se entromete en política, y un cúmulo de  derechos y libertades de los que nos hacemos cargo. Pero desde luego no sería irreal hablar de un bipartidismo que llevamos cargando durante toda la historia de España.

 Tampoco sería incorrecto mencionar esa falta de contenido ideológico en nuestros dos grandes gigantes políticos: El PSOE, y el PP, ambos fuertemente arraigados a la mesa electoral. Podemos seguir encontrando similitudes, como la clara ineficacia política, el amiguismo, el fraude, y el “choricismo” generalizado en la clase política que podemos ver día a día en los medios de comunicación, que han creado, como bien dijo el candidato a elecciones europeas del partido Podemos, Pablo Iglesias, profesor de universidad de Ciencias Políticas, una “casta política” que en nada tiene que ver con la gente normal, aunque muchos se enorgullezcan de esgrimir en sus mítines que son “gente como tú y como yo”. "La gente normal no tiene cuentas en Suiza, la gente normal no cobra el equivalente a 10 sueldos españoles, la gente normal no viaja en primera clase…"

¿Tan extraño sería que un partido político se solidarizase con la situación socio-económica del país? Yo no lo veo raro, sino necesario. Como ejemplo y a riesgo de sonar dogmático, los miembros de Podemos han firmado un acuerdo por el que no cobrarán más que el equivalente a tres sueldos mínimos  de los españoles, durante su candidatura tras las Europeas, y viajarán siempre en turista. Pero mi intención no es destacar esta acción como sorprendente, sino como algo que debería ser lo normal. Algo que, no es que el pueblo debiera de exigirlo, sino que tendría que salir de los propios políticos. Sin embargo la casta política parece vivir en otra realidad, una realidad delimitada por los grandes flujos de información que reciben y de la que se hacen responsables (desde un alcalde de una ciudad cualquiera a un presidente) moldeando una realidad que ya no es la que vive el resto de la gente. Valdría la pena, llegados a este punto, mencionar que en la antigua Roma, aquellos que tenían cargos públicos importantes eran seguidos por un esclavo, cuya tarea era la de susurrar en el oído del político “Eres mortal.”

Siguiendo con la comparación y finalizando el comentario, tampoco hemos mejorado en cuanto al olvido o la ineficacia en el trato de los problemas de España. La economía española se encuentra en un estado de crisis, del que parece muy difícil la salida: niveles alarmantes de paro, sueldos precarios, familias desahuciadas y un largo etcétera. Y en cuanto a la educación más de lo mismo: altas tasas universitarias, desprestigio de la pública, overbooking en las clases, una terrible LOMCE que amenaza con caer en cualquier momento pese a la contundente respuesta estudiantil, etc.

No seré tan atrevido como Galdós para decir que hacen falta cien años para que las cosas mejoren, para que “arriba” consiga llegar la gente competente; definitivamente, no tengo ni idea de cuantos cientos de años hacen falta para que se arreglen las cosas en nuestro país. 

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