Era
Nochebuena en Ciudad Cubo y los Compas estaban terminando de decorar su hogar.
Mike colgaba guirnaldas amarillas, Timba preparaba una montaña de galletas de
chocolate, junto a su abuela Hortensia, y Raptor probaba luces navideñas… que
explotaban cada 2 minutos.
´
-¡No
toques ese cable, Raptor! -gritó Mike - ¡No queremos otra Navidad sin luz!
Pero
justo cuando terminaron de colocar el último adorno, el cielo se iluminó. Una
estrella dorada cayó del cielo, dejando a su paso una estela brillante.
-¿Una
estrella fugaz? - Preguntó Timba
- No...
le dijo Raptor ajustándose las gafas -¡Eso se ha estrellado detrás del bosque!
Los tres
salieron corriendo. Cuando llegaron, vieron la estrella atrapada entre los
árboles, temblando como si tuviera frío.
-¿Estás
bien? -Preguntó Mike acercándose.
La
estrella habló con una voz suave y atemorizada:
-Soy
Estelina, la estrella guía de la Navidad. Me han robado mi brillo… y sin él, la
Navidad perderá su magia.
Los
tres se miraron.
-¿Quién
te lo ha robado? -Preguntó Timba.
-Un
espíritu gruñón llamado Grinchox, que odia las fiestas -Respondió Estelina- Sin
mi brillo, el mundo no podrá sentir alegría esta noche.
-Pues
lo recuperaremos -Dijo Mike con decisión -¡Es Navidad, y nadie arruina la
Navidad de los Compas!
Guiados
por el tenue brillo de Estelina, subieron la montaña helada. Cada paso hundía
sus botas en la nieve. Raptor resbaló diez veces, Mike cinco, y Tima… Bueno,
Timba cayó redondo y terminó convertido en un muñeco de nieve con patas.
Al
llegar a la cima, encontraron el castillo de hielo de Grinchox, rodeado de
sombras verdes que murmullaban:
-¡Sin
brillo no hay Navidad! ¡Sin brillo no hay Navidad!
-Da
bastante mal rollo -Dijo Raptor.
-Pues
yo tengo un plan – Dijo Mike, sonriendo de forma sospechosa.
Los
tres se disfrazaron con ropa navideña: Mike de regalo gigante, Timba de árbol
de Navidad y Raptor… de reno. Aunque era más rosa que marrón.
Raptor
tropezó
El
frasco se cayó
Grinchox
abrió un ojo:
-¿QUIEN
INTENTA ROBAR MI TESORO?
Mike se
adelantó.
-¡No es
tuyo! Es de Estelina y del mundo entero. La Navidad es para compartir, no para
esconderla.
El ogro
gruñó:
-¿Compartir?
¿Eso qué es? Siempre he pasado la Navidad solo…
Timba,
con su voz más suave dijo:
-Pues
puedes pasarla con nosotros. Tenemos galletas...Muchas.
Raptor
añadió:
-Y
luces… aunque explotan.
Grinchox
se quedó en silencio. Por primera vez, sus ojos brillaron
-¿De
verdad… Puedo irme?
-Claro-
respondieron los tres a la vez.
Conmovido,
Grinchox abrió el frasco y dejó que Estelina recuperara su brillo completo. La
estrella resplandeció tanto que iluminó toda la montaña.
De
vuelta en ciudad Cubo, celebraron la Navidad juntos: Los Compas, la abuela de
Timba, Estelina… y Grinchox, que resultó ser un experto en decorar árboles.
-¿Sabes?-Dijo
Raptor mientras mordía una galleta -Esta ha sido la mejor Navidad de todas.
-Porque
lo hicimos juntos -añadió Mike
Se oyó
un ronquido, ¡Cómo no!¡Era Timba!
Los
cuatro empezaron a reír: ¡jajajajajajaj!
Mientras
haya amistad, la Navidad nunca perderá su magia.
Raptor Gamer. El Felino
Infiltrado es un libro creado por el youtuber Raptor Gamer, cuyo nombre
real Ari Gonzalo.
El libro cuenta que un joven de 17 años, llamado Raptor, que
pensaba que su vida era normal, de las típicas personas que te encuentras en
la calle. Él era youtuber, junto al grupode Los Compas que tenía en la escuela preparatoria de Litarmy, que es una de las
más prestigiosas de su región. En el grupo estaban: Invictor el fuerte, que no
puede parar de hacer ejercicio; Timba, el que se duerme a cada rato; Trollino, el
vinagrito del grupo al que llaman así por ser más maduro y responsable que
todos y decir que no a las locuras; Mayo, un chico que llevaba siempre un casco
como el de un robot; Mike, el guardián del club que dormía ahí supuestamente
para vigilar y, por ultimo, Esparta, que no tenía ninguna pinta de espartano, era un
poco gordito y le pusieron el apodo por pegar mucho a sus amigos, aunque de broma.
Raptor tenía una familia normal: una madre, un padre, un hermano y una hermana.
Un día Raptor, volviendo a casa, encontró una caja en la basura. En ella, halló un gato dentro, pero eso no fue lo más extraño, sino que el gato hablaba. Entonces él, por no dejarlo ahí fuera se lo
llevó a casa. Pero los planes del gato eran muy perversos.
A partir de aquí comienza una disparatada locura de sucesos que pondrán en riesgo la vida de Raptor y sus amigos. ¿Conseguirá el muchacho aplacar los deseos del malévolo felino?
A mí este libro me ha gustado mucho porque lo
veo muy adecuado para leer cuando eres adolescente, o incluso un poco más adelante. Lo
recomiendo a quienes les guste leer humor, tensión y aventuras.
El libro Hora de Mikellinoes una saga que consta de
dos libros: Nuestra primera noche y El dragón del fin, creados por el youtuber El Trollino, o su nombre real que es Javier López Hervás.
El libro
cuenta lo que ha tenido que pasar Trollino después de que apareciera una
grieta es su ciudad. De la grieta salían espíritus que atrapaban a personas y
las convertía en nuevos espíritus. Más tarde, en su huida, encontró a un cánido
amarillo y parlante. Juntos llegaron a una taberna; más tarde escaparon
de unos zombies con unas vagonetas, llegaron a la casa de la
Bruja Maruja que les dijo que la grieta salió por un dragón que está en el
inframundo. Para derrotarlo, necesitaría dos ingredientes del
infierno para hacer unas pócimas, con las cuales podría conseguir derrotarlo. Pero para llegar al infierno necesitarían llegar al portal que
accede a él.
Entonces ellos partieron a la aventura y fueron a donde les indicó que estaba, pero por el camino llegaron a una aldea. Ahí encontraron a
Abelardo, un aldeano que les dijo que en esa aldea ser sabio era
difícil y que para acceder a la biblioteca para conseguir el mapa de donde está
el portal necesitan pasar tres pruebas: la de la sabiduría, destreza y valentía. ¿Conseguirán
el mapa para saber cómo llegar al infierno? Para hallar la respuesta, hay que leerlos.
A mí este libro me ha encantado, porque cada capitulo es más misterioso y no
puedes parar de leerlo. Lo recomiendo a personas a las que les gusten los libros de
fantasía, aventuras y un poco de tensión.
Este libro lo escribió Joana Marcús, que nació en Mallorca en el año 2000. Cultiva la novela fantástica, de ciencia ficción y romance juvenil. Con solo trece años ya publicó su primer libro en Wattpad.
Antes de diciembre pertenece a una saga que se llama Meses a tu lado. Esta saga es de amor y pasión, a mí me han gustado mucho porque nos enseñan cómo es la vida actual. Concretamente, mi favorito es Antes de diciembre, libro que recomiendo a todos los adolescentes.
Este libro de la autora Care Santos trata sobre la vida de un chico que está en un reformatorio a causa de un crimen. Se llama Eric, de pequeño le gustaba mucho leer, tiene una infancia bastante desorganizada hasta que encuentra quien se haga cargo de él. Tampoco ayudó mucho a su desarrollo personal el barrio en el que vivía. Una chica de su clase se obsesionó con él y así empieza su desgracia.
Este libro muestra las dificultades por las que pasan algunos niños y adolescentes y cómo a pesar de todo pueden seguir adelante.
El
verde de los campos dormidos en la infancia, el de los álamos que
susurraban coplas al viento, el de las lunas de sangre sobre los
olivares de Granada.
A
ti, que hiciste del dolor un verso, del luto una nana y del amor un
puñal. Que escuchaste en los patios andaluces la voz rota de las
cigarras y en los tablaos el taconeo de la pena.
A
ti, que le diste palabras a los marginados, a los que el mundo quiso
callar. Que entendiste que el duende no es más que la sombra que se
arrastra en el alma de quien siente demasiado.
A
ti, que aún cabalgas por la Vega, aunque el tiempo haya querido
enterrarte en la cuneta del olvido.
No
pudieron matarte. No pudieron callarte.
Porque
sigues aquí, en cada guitarra que llora, en cada poeta que busca su
luna, en cada amante que siente en la piel el filo de un destino
imposible.
A
ti, Federico, que amaste el verde.
Que
aún nos haces sangrar belleza con cada palabra.
Fotografía de grupo de los premiados con los concejales de Educación y de Juventud
Ayer, 28 de mayo de 2025, se entregaron los premios del Certamen Literario de Molina de Segura. El acto se celebró en el Biblioteca Salvador García Aguilar a las 18,30 de la tarde.
Los ganadores del IES Francisco de Goya son:
1º premio microrrelato del 2º nivel: Ángel Bernal Martínez, 4º A
1º premio micropoesía 3º nivel y mención especial en microrrelato: Javier Ruiz Romero, 2º bach. Inv.
2º premio micropoesía 3º nivel: Ana Isabel Martin Abad, 2º bach. Inv.
En próximas entradas se publicarán los textos de los ganadores.
Los tres alumnos del 3º nivel de micropoesía premiados
Enlace a la convocatoria del Certamen por parte de la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Molina de Segura, donde se pueden consultar los nombres y los títulos de las obras de todos los premiados:
1. José Martí fue poeta en cada acción, pensamiento, cada expresión de su vida. Incluso fue poeta al proyectar la revolución independentista librando una “guerra necesaria”, que concibió como “una guerra sin odio”, algo que solo puede imaginar el poeta que escribió: “Dos patrias tengo yo, Cuba y la noche”. Y que para consumar su condición, cabalgando sobre una bestia blanca, muere en el campo de batalla en la primera escaramuza en la que participa. Al conocer la noticia, el más conocido y celebrado poeta de la lengua por aquellos años finales del siglo XIX, el nicaragüense Rubén Darío, exclamó su lamento: “¿Qué has hecho, Maestro?”, y en boca del autor de Azul tal calificativo, con el que reconocía la estatura lírica del cubano, no parece un elogio vacío.
Tanto Martí, como Darío, como el también cubano Julián del Casal, ese ser etéreo que vestía en la tórrida Habana con batas japonesas de seda y era capaz a la vez de escribir crónicas sobre el béisbol, fueron los promotores de otra revolución, esta vez literaria y panhispánica, la del Modernismo poético que desde esta orilla del Atlántico sacudió la modorra en que había caído la lírica de la lengua. Y lo hacen con un vigor, un colorido, un atrevimiento lexical y tropológico que ilumina los tesoros de un idioma generoso que, sobre los restos del latín imperial, habían ido forjando por siglos muchos hombres a uno y otro lado del océano y adornándose con el relumbre de una larga lista de escritores: Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, Cervantes, Góngora, Quevedo, a los que se unieron, enriqueciendo un léxico ya portentoso, el Inca Garcilaso, Sor Juana o el volcánico José María Heredia, el mismo que escribió que “no en vano entre Cuba y España, tiende inmenso sus olas el mar”.
2. Hace diez años, en un teatro asturiano, muy cerca de sus majestades los reyes de España Felipe VI y Doña Letizia, parafraseé a Martí y aseguré que dos patrias tengo yo: Cuba y mi lengua. Y no fue una fórmula demasiado original. Mucho se ha dicho, y con razón, que la patria del escritor es su lengua. Porque su lengua es, al fin y al cabo, la expresión, la emanación más fehaciente de una pertenencia.
3. Cada 23 de abril celebramos el Día del Idioma Español, instituido por Naciones Unidas “para concienciar al personal de la Organización, y al mundo en general, acerca de la historia, la cultura y el uso del español como idioma oficial”, pues es uno de los seis con esa condición en el cónclave universal. La fecha, como sabemos, rememora el día de la muerte, en 1616, de Miguel de Cervantes, considerado el más alto exponente literario de nuestro idioma. Aquel 23 de abril, por cierto, también murió William Shakespeare, estimado como el gran maestro del idioma inglés. Y, aunque suele olvidarse, también ese día fallecía el Inca Garcilaso de la Vega, el primer hombre que, en su literatura, dejó dramática constancia del nacimiento cultural de un Nuevo Mundo, el Iberoamericano, surgido del trauma de la conquista. Un universo cultural y lingüístico que ya en la propia obra del cuzqueño venía a enriquecer la lengua española con todo el acervo de realidades y espiritualidades que se fundían con la peninsular y la llenarían de nuevas palabras, sonoridades y cadencias.
4. Hoy el español es la lengua oficial de más de veinte países, a uno y otro lado del Atlántico. Lo hablamos más de 500 millones de personas. En español se crea una de las literaturas más potentes de la actualidad, se canta cada vez más en español, se filman más producciones audiovisuales en nuestra lengua. Nadie discute la potencia y riqueza del idioma de la Ñ.
Como lengua viva y dinámica el español evoluciona y se contamina, no siempre del mejor modo, pero inevitablemente. En un mundo cada vez más global, en el cual el inglés es la lengua más recurrida por la ciencia y la tecnología, nuestro idioma asimila y en ocasiones hasta hispaniza palabras y conceptos provenientes de ese idioma pero que, al fin y al cabo, enriquecen el nuestro. Aunque algunos puristas temen a los efectos de esta contaminación, quizás hoy más acelerada que nunca, el fenómeno no es nuevo. Anglicismos y galicismos son parte asimilada del español, por no hablar de los miles de americanismos que desde la llegada de Colón al Nuevo Mundo se incorporaron para, con esas palabras, nombrar cosas que no existían o no tenían nombre en la lengua peninsular.
El uso cotidiano del idioma, que se practica en múltiples normas lingüísticas regionales, nacionales, locales, es, sin embargo, el principal yacimiento del que se extraen nuevas riquezas para el idioma. La gente habla, necesita expresar realidades inéditas y busca el modo de nombrarlas. Los escritores, por su lado, se valen de aportes con los que expresan realidades con el único instrumento a su disposición, y nos regalan palabras como el sublime apapachar mexicano o la mordaz huachafería andina que empujó hacia el corazón del idioma la obra de Mario Vargas Llosa.
5. Pertenecer a una cultura implica —al menos en los países monolingües— pertenecer a una lengua. De ahí la certeza de que su idioma es también la patria del escritor. Tengo el privilegio de haber nacido y vivido toda mi existencia en un territorio de lengua española y con ella como magnífico instrumento, haber escrito mi obra. En español he expresado todo lo que he necesitado decir de fenómenos y procesos que me rodean, desde lo más social hasta lo más privado. He recurrido a las llamadas normas cultas para determinadas situaciones y a las populares —mi lengua habanera— para otras muchas, hasta el punto de provocar la estupefacción de algunos traductores cuando, para decir que alguien había tenido un gran problema con muchas consecuencias, solo puede expresarlo diciendo que el tipo “explotó como Kafunga”.
6. Hace unos años escribí una crónica que titulé Dime lo que lees y te diré de dónde eres, a propósito de la lista de títulos que el presidente Barack Obama pretendía leer en sus vacaciones (sí, era presidente y leía). Eran cinco libros, todos escritos por autores anglos. También por esa época me enteré de que el mundo anglosajón solo publicaba al año un 3% de traducciones, lo que revelaba una inquietante autofagia cultural.
No me extraña entonces que otro presidente estadounidense —que estoy seguro que no lee y convencido de que desprecia al resto del mundo que no es el suyo— la emprenda contra el uso del español en las instituciones federales y decrete que el inglés es la única lengua oficial de un país que, en realidad, es multicultural y, en la práctica, multilingüe.
Semejante actitud no debería asombrarnos, aunque sí preocuparnos por los efectos sociales que tendrá entre los ciudadanos de ese país. Pero, con respecto a la salud y vigor de esta lengua española nuestra no albergo ningún temor. Solo debo refrendar la certeza de que, como el ser vivo que es, nuestro idioma necesita de cuidados, y deberíamos hacerlo sabiendo que poseemos un tesoro que nos comunica por encima de mares y montañas y nos permite consumir una de las culturas más potentes y animadas de cuantas hoy existen en el reino de este mundo.
Información sobre el Día del Libro 2025 y el premio Cervantes Álvaro Pombo:
Nunca hemos sabido tan bien como ahora lo auténticamente bárbaros que fueron hace más de medio siglo dos docenas de escritores de múltiples países de América Latina. Apenas había similitud alguna entre ellos, aunque todos fuesen herederos e hijos intelectuales de otro puñado de nombres anteriores sin vínculo demasiado fértil con España (con la salvedad quizá de tres poetas, Rubén Darío, Pablo Neruday César Vallejo, y un cuentista precoz con pocos y malos recuerdos españoles como Jorge Luis Borges). El fenómeno fue insólito incluso para un medio tan aficionado a ofrecer cosas insólitas como la novela: tiene algo de ensueño el inventario informal y caprichoso de títulos que hoy andan pegados con cola a las manos de los lectores sin que les pese el tiempo, aunque sí la moda. La ventaja (o quizá la desventaja) de quienes lleguen hoy a las páginas deConversación en la Catedral, o deLos pasos perdidos, o deTres tristes tigres o deCien años de soledad o deEl perseguidor o dePedro Páramo,es que tendrán acceso a una información rebosante e inabarcable sobre autores que los españoles del franquismo decrépito y la titubeante democracia empezaron a leer sin tener ni idea de nada, ni de dónde venían ni de quiénes eran en sus respectivos países. Leer a un colombiano vestido con mono de mecánico dejó de ser una extravagancia para ser el placer de una obligación y escuchar la cadenciosalengua peruana de Vargas Llosase hizo rito feliz que cualquiera podía trenzar con la gangosa voz de Cortázar y sus laberintos de ingenio y ternura sin miedo a perder el tino entre la lujuria de la lengua que gastaba Cabrera Infante.
Ese estruendo de talento literario llegaba a las editoriales de un país asfixiado de protocolos y formalidades embusteras, de hipocresías insondables y miedos pandémicos y muy justificados: los barrieron todos, hicieron limpieza en la intimidad turbada de infinidad de españoles que entendieron mejor desde entonces dónde estaba de veras el poder y la imaginación. Con ellos llegó la libertad hiperbólica de una ficción ilimitada y furiosamente consciente de su capacidad de cambiar el mundo poniendo en orden las palabras y con el coraje de la invención: sin lecciones, sin sermones, sin moraleja. E hicieron dinero, mucho dinero, y quizá por eso cambiaron también las reglas de funcionamiento del entero mercado literario de entonces y las relaciones contractuales con los editores (con el concurso necesario y revoltoso de la agencia de Carmen Balcells).
Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, José Donoso, y Ricardo Muñoz Suay, junto a Carmen Balcells en casa de la «superagente» durante la despedida de Vargas Llosa en 1974.
ARCHIVO CARMEN BALCELLS
Hoy son todos nuestros, pero nuestros de verdad: quiero decir que a nadie se le ocurre que no pueda ser cualquier de ellos -también Adolfo Bioy Casares, Alfredo Bryce Echenique, Manuel Puig o Manuel Scorza: es que es de veras una lista de bárbaros interminable- patrimonio vital de una lengua y sus lectores, con sus giros, sus modismos, sus enigmas y sus manías. Hacer nuestra la literatura de una multitud de países de habla española es el privilegio inaudito que vivió el indigenismo español, tan celoso de su mismidad esencialista, tan receloso entonces de una extranjería que desmintieron centenares de miles de lectores. Y muchos anduvieron por aquí, claro: el gran novelista político que fue Vargas Llosa intimaba sin reservas en Barcelona con el delirio organizado y sensual de García Márquez sin que la comicidad erótico sentimental del mago Cortázar se sintiera fuera de lugar, ni desde luego José Donoso perdiese valor por haber perdido la silla en el club restringido de una marca, boom, que funcionó como catalizador publicitario de otros escritores de menor relumbre pero tan respetables como Mauricio Wácquez o como Severo Sarduy, como Copi o como Cristina Peri Rossi.
Sus libros inéditos, sus cartas privadas, sus manuscritos y sus obras maestras viven el privilegio de la era de internet. La chavalería que hoy descubra incrédula los cuentos de Cortázar o las novelas de Vargas Llosa, los fabulosos diarios y los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, las encrespadas pesadillas de José Donoso o el rumiar agónico de Ernesto Sabato quedará cautiva de una adicción sin salida humanamente posible. Yo los conozco y sé que la tiranía de la gran literatura funciona exactamente igual con el Instagram abierto en el móvil que sin él: banalizar el poder de la ficción es empezar a perder el sentido de la realidad porque puede más la literatura que Instagram y TikTok juntos, aunque hayamos olvidado tantos de nosotros la pasión furiosa que aquellos libros sembraron en nuestras cabezas y el modo en que el narcótico funciona cuando la piel es todavía sensible y los ojos leen con ojos de leer, como dice una amiga, porque es la única manera de leer, muriéndose de gusto y sin energía para matar la voracidad. Ahora está pasando, aunque no lo veamos ni lo oigamos: esa es la causa mayor de la gratitud civil que España debe a una literatura que ni pudo emular ni pudo eludir. Solo la movilización masiva de los lectores, y no ninguna campaña de márketing o de propaganda o de cualquier desvarío de los aducidos a menudo, está detrás de la buenanueva de la invasión de los bárbaros latinoamericanos, casi al instante convertidos en iconos ambulantes de un mundo irresistible.
No asalta, pues, melancolía o nostalgia alguna tras la desaparición de uno de los grandes de un mundo que ya no existe porque el don de la resurrección es instantáneo y accesible en un click o un trayecto de metro a la librería. Hoy es más bien el día de la celebración del talento excepcional para la novela repartido entre múltiples acentos argentinos o cubanos, colombianos o mexicanos, chilenos o nicaragüenses, sin que haya escritoras equiparables a los bárbaros titulares. Lo peor que a algunos se les podrá ocurrir decir hoy, y esa sí sería una burbujeante fuente de melancolía, es que casi todos ellos fueron demasiado tíos, ultratíos, megatíos sin complejos ni aprensión por serlo. El reproche será justo, anacrónico y concienzudamente irrelevante. O, mejor, que se lo pregunten a la chavalería incrédula y cautiva bajo sus páginas.
El novelista peruanoMario Vargas Llosa ha fallecido este domingo en Lima, según han informado sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana en un comunicado en el que no se daban más detalles sobre la enfermedad grave que padecía desde 2019. Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, el premio Nobel de Literatura de 2010 acababa de cumplir los 89 años. Autor de obras fundamentales comoConversación en La Catedral,La ciudad y los perrosoLa fiesta del Chivo,fue uno de los escritores más importantes de la literatura contemporánea en cualquier lengua. Novelista, ensayista, polemista, articulista y académico,Vargas Llosa pasará a la historia como un extraordinario narrador y un influyente intelectual a la antigua usanza, es decir, anterior a las redes sociales.
“Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá. Procederemos en las próximas horas y días de acuerdo con sus instrucciones”, señala el comunicado de sus hijos. “No tendrá lugar ninguna ceremonia pública. Nuestra madre, nuestros hijos y nosotros mismos confiamos en tener el espacio y la privacidad para despedirlo en familia y en compañía de amigos cercanos. Sus restos, como era su voluntad, serán incinerados”, añaden.
En octubre de 2023 publicó su última novela,Le dedico mi silencio, que se cerraba con un escueto colofón en el que anunciaba su adiós a la ficción. Dos meses más tarde se despedía también del columnismo periodístico, es decir, de su Piedra de toque,la tribuna que desde 1990 publicaba quincenalmente en EL PAÍS. Esos artículos eran la demostración de su inagotable curiosidad intelectual y de su afán por intervenir en todos los debates sociales y políticos de la actualidad. En ellos, como en algunos de sus ensayos, aparecía ese Vargas Llosa progresista en lo moral, pero neoliberal en lo económico que desconcertaba (y hasta irritaba) a los miles de admiradores de sus novelas.
Mario Vargas Llosa, durante una entrevista con EL PAÍS en septiembre de 1982.CHEMA CONESA
Fue su compromiso político conservador el invocado durante años para explicar la tardanza en recibir un galardón para el que parecía predestinado: el Premio Nobel de Literatura. En 2010, justo cuando había desaparecido de las apuestas, la Academia Sueca lo despertó de madrugada en Nueva York —era profesor invitado en Princeton— para anunciarle que por fin se le había concedido la medalla más codiciada de las letras universales. ¿La razón? “Por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Tenía 74 años y acababa de mandar a la imprenta una novela sobre el colonialismo salvaje asociado a la explotación del caucho: El sueño del celta.
Desde que debutó con 23 años con un volumen de cuentos —Los jefes (1959)—, no había dejado de escribir y publicar. Sin embargo, para encontrar una de sus grandes obras de ficción en el momento del Nobel había que remontarse una década atrás, hasta La fiesta del Chivo (2000). En cierto modo, aquella novela basada en hechos reales sobre la tiranía del dominicano Rafael Leónidas Trujillo era su tardía contribución a la oficiosa conjura de los autores latinoamericanos para retratar las dictaduras del subcontinente. Gabriel García Márquez (El otoño del patriarca), Miguel Ángel Asturias (El señor presidente) o Augusto Roa Bastos (Yo, el Supremo) le precedieron en la tarea.
Vargas Llosa fue parte fundamental del estallido global —el famoso boom— de la literatura latinoamericana desde que en 1963, siendo apenas un veinteañero, ganó con La ciudad y los perros otro premio, el Biblioteca Breve, convocado por la editorial barcelonesa Seix Barral. La inspiración le llegó desde su propio pasado: la adolescencia en el Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, un sórdido lugar en el que lo internó su padre para sacarlo de la mansa órbita de la familia materna.
De hecho, la reaparición de su colérico progenitor, al que durante años creyó muerto, supuso el traumático fin de una plácida infancia transcurrida en Cochabamba (Bolivia) y en Piura, en el norte del Perú. No en vano, fue el momento de la resurrección paterna el elegido por el escritor para abrir sus memorias, El pez en el agua. Las publicó en 1993, tres años después de que Alberto Fujimori lo derrotase en las elecciones presidenciales. Aquella frustración política ocupa los capítulos pares de un largo relato que se completa en los impares con la educación literaria y sentimental del autor: desde que en 1957 viaja a París por primera vez gracias a un concurso de cuentos hasta el día en que acude a una perrera para rescatar al Batuque, un “chucho” que le habían regalado. Allí contempló una escena de brutalidad contra los animales de la que tuvo que recuperarse en el primer “cafetucho” que encontró: La Catedral. En 1969, ese episodio abriría Conversación en La Catedral, cuyo arranque entró instantáneamente a formar parte de la historia de la literatura: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Vargas Llosa, en su domicilio de Madrid, en 2006.CRISTÓBAL MANUEL
Esa novela fue la primera que redactó como escritor profesional gracias a una figura decisiva en su carrera literaria: Carmen Balcells. Instalados en Londres desde 1966, el novelista y su familia vivían con lo justo gracias a las clases de literatura que él impartía en el Queen Mary College cuando la agente literaria le ofreció un sueldo a cuenta de los derechos de aquella obra maestra en marcha. Con una condición: que se instalase en Barcelona y se dedicara exclusivamente a escribir. Fue lo que hizo entre 1970 y 1974, periodo en el que coincidió en la capital catalana con otro futuro Nobel, García Márquez, sobre el que escribió un estudio de referencia —Historia de un deicidio— y al que le unió una estrecha amistad que acabó rota por un episodio sin aclarar que terminó con Vargas Llosa poniendo un ojo morado a su colega.
Lima, Madrid, París, Londres y Barcelona forman la cartografía vital de un hombre al que le iba como un guante la etiqueta de escritor universal. Bebió de todas las fuentes y participó en todos los debates. Si su maestro literario fue Flaubert —del que aprendió que adonde no llega el talento llega el esfuerzo—, su primer referente ideológico fue Jean-Paul Sartre. Con el tiempo bromearía con su apodo de juventud —el sartrecillo valiente—, pero durante años creyó ciegamente en el compromiso del escritor a la manera teorizada por el filósofo francés. La muerte ha truncado su último proyecto literario: un ensayo sobre su obra.
En 1971, a raíz del caso Padilla, rompió con la revolución cubana —otro de sus fervores— y con el comunismo. A partir de entonces sus influencias soplaron desde la orilla opuesta: un liberalismo político forjado por pensadores como Karl Popper, Isaiah Berlin o Raymond Aron que en lo económico se tradujo en el neoliberalismo de Margaret Thatcher, cabeza visible de la revolución conservadora que triunfó en los años ochenta del siglo XX y tuvo su momento icónico en la caída del Muro de Berlín.
Más de una vez recordó Vargas Llosa, con la ironía soterrada que le caracterizaba, que en la casa de su infancia la definición de liberal la dio su abuela Carmen: “Alguien que no va a misa y que se divorcia”. En una de sus últimas entrevistas de televisión, grabada para el programa de su amiga Mercedes Milá, el Nobel peruano explicó que la familia era para él símbolo del orden, y que lo suyo fue siempre “la aventura”. En efecto, su vida sentimental estuvo atravesada por grandes pasiones que se desarrollaron contra todas las convenciones burguesas: con su tía Julia, 10 años mayor que él; con su prima Patricia, madre de sus tres hijos (Álvaro, Gonzalo y Morgana); o con Isabel Preysler, a la que se unió en 2015, cuando contaba 79 años. Rompieron con cierto escándalo en diciembre de 2022.
Vargas Llosa, en Madrid febrero de 2003.MIGUEL GENER
En posesión de todos los galardones posibles (del Cervantes al Nobel pasando por el Princesa de Asturias, el Rómulo Gallegos y hasta el Planeta), Mario Vargas Llosa fue miembro de la Real Academia Española (sillón L), corporación en la que ingresó en 1996 con un discurso sobre Azorín al que respondió Camilo José Cela. En noviembre de 2021 se convirtió también en uno de los “inmortales” de la Académie Française pese a no haber escrito una sola línea en la lengua de Molière. “Yo aspiraba secretamente a ser un escritor francés”, dijo en febrero de 2023 al comienzo de su discurso de ingreso en una ceremonia a la que acudió el rey Juan Carlos.
Acostumbrado desde joven a acumular distinciones, siempre dijo que su gran objetivo era no convertirse en estatua. En 2019, cuando parecía que ya no escribiría nada a la altura de sus grandes novelas, publicó la soberbia Tiempos recios, basada en la intervención de la CIA para derrocar —en 1954 y con falsas acusaciones de comunismo radical— el Gobierno tibiamente socialdemócrata de Jacobo Árbenz en Guatemala. La obra se cierra con un párrafo en el que Vargas Llosa, anticastrista acérrimo, demostraba que antes que enemigo de Fidel Castro era amigo de la verdad. La lección guatemalteca, reconocía, llevó a la Cuba revolucionaria a aliarse con la Unión Soviética para “blindarse contra las presiones, boicots y posibles agresiones de los Estados Unidos”. En su opinión, “otra hubiera podido ser la historia de Cuba” si EE UU hubiera aceptado antes la “modernización y democratización” de la Guatemala ensayada por Árbenz. Ese reconocimiento fue una de las últimas lecciones intelectuales de un escritor indiscutible al que le encantaba discutir. Y que siempre afrontó el debate ideológico sin rastro de cinismo.
Para él, escritura y política siempre fueron dos caras de la misma moneda: la de la libertad individual. A costa incluso de la justicia social. Por eso remató su discurso del Nobel recordando que “las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad”. La lectura, añadió, inocula la rebeldía en el espíritu humano: “Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”. Y en su caso, algo más: ser inmortal para sus lectores.