lunes, 5 de octubre de 2020

EL PARQUE DE MI INFANCIA, POR ANA ISABEL MARTÍN, 2º A

 

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Recuerdo que, cuando era pequeña, tenía que volver a mi casa andando de un colegio cerca de un bosque. Mi casa no está muy lejos, pero aquella tarea rutinaria se me hacía muy pesada. Pero también recuerdo que, en el transcurso, había un camino que extrañamente me calmaba. Era un largo camino de asfalto amarillento, rodeado de árboles que lo hacían parecer aún más amplio. Cuando volvía a mi casa siempre estaba fatigada e intentaba darme prisa, hasta que llegaba allí. Primero pasaba por un camino rodeado de plantas y flores donde más de una vez me cruzaba con mariposas blancas. Algunas veces me distraía cogiendo flores para mi madre, intentando buscar con la mirada los animales escondidos entre la vegetación o simplemente persiguiendo las ya nombradas mariposas. Más adelante el camino seguía hasta llegar a un puente que se alzaba sobre un pequeño río rocoso que la mayor parte del año permanecía seco. Recuerdo que cuando llovía, el río se llenaba y algunas veces lograba ver ranas. Justo enfrente de ese puente llegaba al lugar más bonito de aquel viejo parque: los árboles comenzaban a hacer presencia, como si formasen un portal a aquel corto viaje. Mi vecindario solo está compuesto por casas no muy altas, por lo que el radiante sol era únicamente traspasado por las finas hojas, que solo dejaban pasar unos cuantos rayos de sol formando una iluminación cálida, cetrina y sutil. Más adelante, se encontraba el viejo parque del que ya he hablado. Siempre veía niños riendo y jugando en un par de columpios que había allí; el bosque estaba cerca por lo que el canto de diversos pájaros y el zumbido de las abejas no podía faltar. Cuando el viento soplaba, las hojas se revolvían y formaban un sonido tan relajante que casi parecía que me susurrasen. El sonido de los niños riendo mientras jugaban combinado con el rítmico sonido de los engranajes defectuosos de los columpios y el calmante disuelto en aquel sonido de las hojas balanceándose por el viento formaban una sinfonía tan acogedora y nostálgica que, al recordarlo, es como si fuese ayer. 

Cada vez que cruzo por allí, el recuerdo sumerge mi mente tan rápido como el sonido del viento chocando con las hojas llega a mis oídos, entonces me doy cuenta de lo mucho que añoro esos cálidos y bellos momentos, en los que no importaba distraerse un poco en el camino de vuelta a casa.

1 comentario:

  1. Ana Isabel, me gusta mucho tu texto, veo que disfrutas con la escritura y tienes aptitudes para ello. Te animo a seguir practicando y guardando todos los apuntes que tengas. También, seguro que ya lo haces, tienes que leer todo cuanto caiga en tus manos. Saludos.

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